Solo somos fantasmas; Capitulo 3.

Alma destruida

Como si no fuera suficiente, más malas noticias venían. Algunos brillos transparentes se notaban el la piel casi transparente de Lilian, lloraba.  

Un llanto lento y silencioso, como lloraría cualquiera si no quisiera que la vieran o escucharan. Las miró, sus ojos no eran del hermoso chocolate de siempre, eran celestes, prácticamente blancos.

 Jessica sintió un repentino mareo.

-Siéntense. – dijo casi afónica, señalando un banco blanco.

 Las miró como si fuera la última vez, tal vez, realmente lo fuera.

-Debo volver, y para siempre- dijo en un susurro.- Dicen que, no me puedo comunicar con vivientes, sin embargo, hoy les diré que tienen que hacer.

Puso los  ojos en blanco, volvió rápidamente y las miró como si no las conociera.

-Li…-murmuró Paula.

-Abajo, después de los salones subterráneos, ahí esta el despacho de McCain, el asesino, el director.

 El tiene la piedra de la vida eterna, el elixir de la eternidad, de la vida. Seguirá con poder mientras mate a chicos, ustedes, Brian, yo, menores de dieciocho años. Mientras la tenga será inmortal y no cederá el cargo de director a su hermana, La señorita McCain. Aunque será sospechoso en algún momento u otro. Sé que es solo un asunto familiar del cual no tenemos nada que ver, pero, si no lo paran, este colegio quedará resumido a cenizas.

-Guau- dijeron Paula y Jessica juntas.- ¿Y quieres que hagamos…?

-Según cálculos que se han hecho ya-saben-donde, los primeros en ser asesinados fueron hace unos veinte años, así que, para que McCain termine su historia, y parta su alma podrida, tienen que sacarle el elixir. Cuidado, puede ser desde una bebida roja, hasta una piedra azul. No lo sabemos. Suponemos que es roja, pero, sinceramente, no lo sé.  Búsquenla.

Era algo casi tan improbable salir vivas de esa misión, como de saltar de un precipicio sin ninguna protección. Meterse en la oficina de un asesino, robarle la causa de su vida eterna, y aun  más difícil, destruirla.